15 de junio de 2011

I: Cuando te golpean

Seguía escribiendo, a pesar del ajetreo y las sirenas que anunciaban bombardeo, a pesar de que una parte de sí hubiera cedido ya a la posibilidad de que no quedasen oídos que escucharan sus historias, ni mentes que poner en marcha con el mecanismo de sus argumentos. Aún así, línea tras línea, conformaba un mundo tan diferente que le era tarea casi imposible imaginarlo. Describía el olor de la nata cayendo sobre las fresas, el sonido de las manzanas al desprenderse de los árboles y las hojas que se mecían al compás del viento.

Echaba de menos las puestas de sol y ver los campos verdes sin agujerear. Escribía para huir, para escapar de las bombas, de la muerte y de la soledad. El ruido de los hombres intentando destruirse cada vez se hacía más y más fuerte, pero ella no oía nada.El tiempo se detuvo en un instante, notaba como todo se le venía encima, una fuerza descomunal la arrastró. Comenzó ese pitido en su cabeza. Perdió la consciencia, pero se despertó en el mundo que siempre se imaginó.

Estaba en una cama y tenía sobre sus piernas una bandeja con tostadas, mantequilla, zumo de naranja y fresas con nata. Amaba las fresas con nata. Fue el mejor desayuno de su vida. Disfrutó de aquel momento, sonreía. Cuando acabó salió de la cama. Todo era nuevo. Recorrió toda la casa. No se oían bombas. Pudo ver a través de unos enormes ventanales aquellos grandes campos con los que soñaba. El Sol estaba en lo alto, quizá habían pasado dos horas desde que había amanecido.

De pronto tubo un escalofrío al pensar que quizá no estuviera sola y que tal vez allí había alguien más. Después de todo no sabía como había llegado allí ni quien le había preparado el desayuno. Su pulso se aceleró y corrió hacia el armario, tendría que haber ropa. Encontró abundante ropa de mujer y un par de pantalones y chaquetas de hombre, no sabía de quién era aquello, pero fuese de quien fuese tenía buen gusto. Pensó en que debía haber fotos, "tiene que haber fotos, siempre hay fotos", se dijo felicitándose por su perspicaz razonamiento. Sí había fotos, pero no de personas, eran de lugares. De pronto se dio cuenta de cuánto odiaba que la fotografiasen. Todo empezó a volverse muy raro.

Se quedó en silencio petrificada un medio de la casa sin saber qué pensar o hacer. De repente sonó el teléfono.

"¡Creí que no ibas a despertar nunca!", una voz juvenil y llena de vida estaba al otro lado del auricular. "Espero que te haya gustado el desayuno, Margaret lo ha preparado como siempre, ¡como a tí te gusta!" Esa voz le resultaba de algun modo familiar y, sin embargo, creía no haberla escuchado jamás.

Sintió vertigo, era como si recuperara la memoria, todo le resultaba familiar. Incluso la voz del teléfono.

-Estaba muy rico, balbuceó.
-¿Estás bien?
-¿Eh? Sí, sí, estaba todo muy bueno.
-Bueno, date una ducha y prepárate, te voy a buscar y comemos juntos. Un beso.

No lo soportó y colgó lo más rápido que pudo. Le vino una visión del horror de la guerra. Pero aunque hubiera visto cosas atroces, nunca había estado tan asustada como ahora. Todo era tan real.

Margaret, ese nombre... Sintió el chispazo de las ideas en su cerebro. ¡Estaba escribiendo sobre Margaret!¡Antes de llegar aquí, escribía sobre ella! Tuvo que sentarse, era demasiado difícil asimilar lo que estaba pasando.

Las fotografías, los vestidos, esa voz... todo había estado en su cabeza antes de ser escrito. No era posible, pero estaba sucediendo. Estaba dentro de su propia historia.

Subió rapidamente las escaleras hacia la habitación, se puso lo primero que encontró. Pero no sabía que hacer. Esperar a que llegara el muchacho con el que había hablado o huir. Huir, sí, pero a dónde. Dónde estaba, qué día era. Eso no lo había escrito. Decidió esperar, después de todo, aquella voz le resultaba familiar.

Sentada delante del espejo del tocador, cepillaba su larga melena. Apenas recordaba su verdadero color, pero el reflejo se la mostraba dorada, como los pendientes de mamá.

Pensó mucho aquel rato, aquella "nueva vida" era real: sentía los rayos de Sol que le llegaban desde el exterior, se había sentido nerviosa e incluso había disfrutado de un desayuno. Aún así conservaba los recuerdos de su "vida anterior", aquella maldita guerra que se había llevado a su hermano. Se escuchó a si misma diciendo en voz alta "estúpidas guerras". Se sintió triste. Recordó a sus padres que tampoco estaban y también se sintió sola.

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